Desde el 2005, hemos trabajado de forma permanente por la salud psicológica y emocional de niños con enfermedades crónicas y en fase terminal en hospitales infantiles de tercer nivel de la Ciudad de México mediante el desarrollo de resiliencia a través del arte, el juego y la risa. Realizamos talleres de creatividad y arteterapia, así como intervenciones teatrales y musicales como “El Circo de la Magia” y “El show de la Maga Carmela y Furbo el gitano”. También hemos llevado a cabo capacitaciones para el personal hospitalario y produjimos “Risas, pintas y sueños”, un corto documental de ConcentrArte/Conaculta presentado en el Instituto Nacional de Pediatría en 2008, mismo año en el que creamos la “Guía de Actividades para Padres, Voluntarios y Profesionales de la Salud.”
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Creemos firmemente que la salud emocional es tan importante como la salud física, e inclusive es un detonante para una mejor y más pronta recuperación de los pacientes. Nuestro objetivo es la transformación profunda de la cultura hospitalaria de nuestro país, creando espacios donde los niños puedan explorar sus sentimientos y creatividad plasmándolos en manifestaciones artísticas que se transforman en vías de conocimiento y desarrollo personal.
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PROBLEMÁTICA Con respecto a los derechos de los niños, niños y adolescentes de “disfrutar del más alto nivel posible de salud y de servicios para el tratamiento de enfermedades y la rehabilitación de la salud” México presenta un acceso desigual al derecho de la salud para los niños ya que tiene varios sistemas cuyos servicios difieren en cobertura y calidad, esto se traduce a un alto porcentaje de niños sin acceso a una atención médica o a una calidad deficiente en los servicios (Comité de los Derechos del Niño 2015, Observaciones finales sobre los informes periódicos cuarto y quinto consolidados de México de la ONU). |
Desafortunadamente, en México la población hospitalizada está poco visibilizada, especialmente los niños, quienes padecen un rezago tanto social como educativo que les impide tener las mismas oportunidades de acceso para mejorar su condición de vida. Al costo económico de la enfermedad se suma la desintegración familiar que experimentan con mayor fuerza los niños enfermos de provincia que deben dejar sus hogares debido a que los tratamientos más especializados se encuentran en la Ciudad de México. Dicha desintegración afecta a las familias debido a la falta y en algunos casos abandono laboral de los padres para poder cuidar al niño enfermo, el descuido de los otros hijos y la angustia e incertidumbre emocional a la que se ven sometidos los padres, causandoles agotamiento emocional y proyectándolo en sus hijos e hijas hospitalizados.
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